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Origen y estado actual del Euro Digital


La idea del euro digital surge como una iniciativa del Banco Central Europeo (BCE) para crear una moneda digital de curso legal, emitida y regulada por el propio BCE, que complemente al efectivo tradicional y a los sistemas de pago privados existentes. El proyecto se puso en marcha formalmente en 2021, tras varios años de estudios y consultas. Desde entonces, el BCE ha desarrollado dos fases principales:

Fase de investigación: De octubre de 2021 a octubre de 2023, centrada en analizar el diseño y la viabilidad del euro digital.

Fase de preparación: De noviembre de 2023 a octubre de 2025, enfocada en sentar las bases legales, técnicas y operativas para una posible emisión.





A día de hoy (mayo de 2025), el BCE no ha fijado una fecha oficial para la puesta en circulación del euro digital. Octubre de 2025 marca el final de la fase de preparación, tras la cual el Consejo de Gobierno del BCE decidirá si se avanza a la siguiente etapa de desarrollo y despliegue. Por tanto, aún no existe un calendario definitivo para su implantación.

Riesgos y posibles amenazas para la libertad de la población
Aunque el BCE presenta el euro digital como una innovación para facilitar pagos electrónicos seguros y accesibles, existen preocupaciones fundadas sobre los riesgos que podría acarrear para la libertad y privacidad de los ciudadanos europeos.

Pérdida de privacidad financiera
El euro digital, al ser una moneda digital emitida por el banco central, permitiría que todas las transacciones quedaran registradas y potencialmente accesibles para las autoridades.
Aunque se promete un equilibrio entre privacidad y control contra delitos financieros, el anonimato total no está garantizado, y los pagos podrían ser rastreados por motivos regulatorios.
Esto supondría un nivel de vigilancia sobre el comportamiento económico de los ciudadanos sin precedentes, especialmente si el efectivo físico, actualmente el único medio de pago verdaderamente anónimo, pierde peso frente al euro digital.

Potencial de control e intervención estatal
El diseño técnico del euro digital podría permitir la “programabilidad” del dinero: limitar, condicionar o vetar ciertos pagos según criterios políticos o regulatorios.
Ejemplos hipotéticos incluyen la imposición de límites mensuales de gasto en determinados productos (como carne o gasolina) por motivos ideológicos (ecologismo, salud pública, etc.), la aplicación automática de recargos o impuestos, o incluso la caducidad del dinero digital para forzar su consumo en determinados plazos.
El Estado podría congelar activos digitales de personas consideradas “disidentes” o “molestas” para el poder, facilitando la persecución política y social.





Amenaza a la libertad económica y al pluralismo financiero
Al centralizar el control del dinero en el BCE, se reduce el papel de los bancos privados y se facilita la intervención directa del Estado en la economía personal de cada individuo.
La introducción del euro digital podría facilitar la presión fiscal sin precedentes, al eliminar vías de escape como el efectivo o las criptomonedas, y dificultar la resistencia ciudadana a políticas impopulares.
El euro digital, si llegara a sustituir al efectivo, debilitaría la autonomía individual y la capacidad de los ciudadanos para operar fuera del alcance de las autoridades.

Riesgo de ampliación progresiva del control
Aunque las autoridades aseguren inicialmente salvaguardas legales y técnicas para proteger la privacidad, la experiencia histórica demuestra que, una vez creado un mecanismo de control, tiende a ampliarse con el tiempo y a flexibilizarse según el contexto político.
Cambios legislativos futuros o crisis podrían justificar una mayor intrusión y control sobre el uso del euro digital.

¿Por qué surge el proyecto y cuál es su justificación oficial?
El BCE justifica el euro digital como una forma de:

  • Modernizar los sistemas de pago y reforzar la “soberanía monetaria” europea frente a gigantes tecnológicos extranjeros.

  • Ofrecer una alternativa pública, segura y universalmente accesible al dinero privado y a las criptomonedas.

  • Complementar, no sustituir, al efectivo tradicional, aunque muchos críticos temen que a largo plazo el efectivo quede marginado.


Conclusión
El euro digital, aunque presentado como una innovación para la comodidad y seguridad de los pagos, encierra riesgos significativos para la libertad individual y la privacidad financiera de los europeos. Su potencial para la vigilancia masiva, el intervencionismo estatal y la erosión de la autonomía económica plantea un debate profundo sobre los límites del poder público en la vida cotidiana de los ciudadanos. La decisión final sobre su implantación aún no está tomada, pero el debate sobre sus implicaciones está más vivo que nunca.